La clase, el trabajo práctico, nos brinda la oportunidad de “experimentar” que es posible funcionar, moverse, de forma diferente, más natural, más eficaz y más libre.
Son individuales. Tienen una duración de unos 40 minutos. Es preferible hacerlas con ropa cómoda y deben realizarse con regularidad, al menos una vez por semana.
Como en cualquier otro aprendizaje se necesita la colaboración del alumno que atiende y sigue instrucciones verbales. El profesor, además, trabaja con sus manos que, de manera sutil y delicada, también dan instrucciones, transmiten información; y guían al alumno a través de movimientos sencillos y cotidianos (sentarse, levantarse, caminar…) que permiten hacer aflorar los posibles malos hábitos que afectan a nuestra actitud corporal, equilibrio, coordinación y patrón respiratorio.
Además de la atención del alumno y las manos del profesor, la tercera herramienta que utilizamos en las clases es el empleo de determinadas posiciones corporales (semi-supino, a gatas, “monkey” …) que desde un punto de vista mecánico facilitan la tarea.
La tarea es cultivar y desarrollar la percepción, aprender a detectar hábitos perjudiciales que nos estorban y poner en marcha el proceso de cambio. Es lo que ocurre cuando se “experimenta” que es posible funcionar, moverse, de forma diferente.
El número de clases que se necesitan varía de una persona a otra y depende de la situación en que se encuentra así como de cuáles son sus aspiraciones y sus metas.
En cualquier caso, ya desde la primera clase, va a poder rescatar beneficios y experimentar la sensación de alivio y ligereza que acompaña al proceso. Se calcula que son necesarias unas 25/30 para integrar el trabajo de manera más satisfactoria y poder continuar aplicándolo por su cuenta.