En nuestra cultura occidental se viene dando, tradicionalmente, una engañosa separación entre Cuerpo y Mente que cristaliza elocuentemente en el hecho de que para según qué tipo de disfunciones acudamos al médico y para según qué otras al psiquiatra o al psicócolgo.
La cuestión Cuerpo-Mente, si la mente es o no distinta de la materia, qué relación hay entre el cerebro y la conciencia, qué es el espíritu, qué es el alma… ha sido objeto de atención y de muchas dudas por parte de la mayoría de nuestros pensadores y filósofos. Si nos vamos muy atrás, a los griegos, la medicina de Hipócrates y Galeno no plantea una separación radical, contempla la interacción entre ambas. Fue mucho después cuando nos pusimos a separar, seguramente influidos por las creencias religiosas, y a pesar de que las investigaciones y los estudios evidenciaran lo contrario.
No es así en la cultura oriental en la que, por ejemplo, las religiones hinduistas o corrientes filosóficas como el Budismo y el Taoísmo disponen de métodos prácticos que involucran al cuerpo y que pretenden ayudar a las personas a liberarse de la inconsciencia y del comportamiento compulsivo; o sea utilizan el cuerpo para llegar a la mente, asumiendo la conexión que hay entre ambas. Prácticas que enseñan a no interferir con el flujo natural de la energía vital, a canalizarla mejor, en definitiva a mejorar la salud. Y ahí están la Meditación, el Yoga y el Chi Kung.
Así las cosas, en Occidente, a principios del siglo XX, irrumpe la Técnica Alexander, una propuesta educativa que mira al ser humano como un todo integrado en el que no cabe esa separación entre mente y cuerpo, que utiliza el cuerpo para llegar a la mente y a la mente para llegar al cuerpo, una Técnica que también aspira al desarrollo de la percepción, expansión de la conciencia, así como a mejorar el control de las reacciones, del comportamiento, poniendo el acento en liberarnos de esos malos hábitos que nos llevan a interferir con el funcionamiento natural de nuestro organismo.
En ese sentido, casi me atrevería a decir, que podemos ver en la Técnica una especie de puente entre Oriente y Occidente.
No es el único. Durante los años en que la Técnica se ha ido asentando y evolucionando, prácticamente todo el siglo XX, han ido surgiendo muchas otras disciplinas y métodos de trabajo con aspiraciones similares. De alguna manera es como que la inquietud por esos temas y la influencia oriental han estado en el aire y han acabado repercutiendo en nosotros.
Por poner un par de ejemplos mencionaré la Bioenergética y la Terapia Gestalt.
La misma Medicina ha ido, naturalmente, evolucionando, y encontrando en sus propias filas voces críticas con esa visión separatista que, entre otras cosas, nos ha llevado a dividir al ser humano en diferentes partes y sistemas con el objeto de facilitar su estudio, pero en detrimento de una visión global, integral, del funcionamiento de nuestro organismo.
Curiosamente, los dos progenitores de las dos disciplinas que he mencionado eran médicos y además psicoanalistas.
Wilhelm Reich (1897-1957) fue un médico austríaco, psicoanalista de segunda generación tras Sigmund Freud, cuya propuesta fundamental es que la personalidad se expresa en la forma en que el cuerpo se mueve. Sus ideas dieron forma a lo que hoy se conoce como “Bioenergética”, un modo de terapia que combina el trabajo con el cuerpo y con la mente para ayudar a las personas a resolver sus problemas emocionales. Canalizar la energía de forma adecuada de manera que influya positivamente en la salud mental y física.
Fritz Pearls (1893-1970) médico alemán y también psicoanalista, fue el creador de la “Terapia Gestalt”, un tipo de psicoterapia centrada en la conciencia de sí mismo que busca ayudar a las personas a comprender y satisfacer sus verdaderas y auténticas necesidades. Se basa en la atenta observación del cuerpo, sus gestos y amaneramientos, que son la clave de lo que el cuerpo está expresando, a menudo motivaciones ocultas, contrarias a lo que verbalmente podamos decir.
No son más que dos ejemplos de las muchas propuestas que en esta línea se han ido desarrollando en los últimos cien años; también podríamos mencionar los hallazgos de Ida Rolf, las investigaciones de Moshe Feldenkrais y su “Autoconciencia a través del Movimiento”, o las Danzas de Gurdjieff que obligan a revisar nuestros patrones corporales y elevan el estado de conciencia. Son ideas que se traducen en procedimientos prácticos y que, en sintonía con lo que postula la Técnica Alexander, quieren dar respuesta a la cuestión Cuerpo-Mente mirando al ser humano desde una perspectiva holística en la que esos dos aspectos del funcionamiento de nuestro organismo aparecen integrados.
También la Ciencia, y ya en pleno siglo XXI particularmente la Neurociencia está contribuyendo enormemente a resolver el dilema. Está poniendo de manifiesto la correlación que existe entre la actividad cerebral y las experiencias subjetivas conscientes, que los fenómenos mentales dependen y se basan en sustratos corporales. Que el cerebro y el cuerpo interactúan en ambos sentidos, el cerebro puede dar órdenes al cuerpo y dictar su conducta, pero también ocurre que la memoria, la atención, el estado de ánimo o las emociones dependen de cuestiones como la postura corporal, los gestos faciales o la microbiota intestinal, o sea que es el cuerpo quien le dice al cerebro cómo estamos.
En medio de esa efervescencia, variedad de propuestas y profusión de ideas, sería interesante preguntarse cuál sería la cualidad distintiva de la Técnica Alexander, qué es lo que la diferencia de las demás, qué es lo que la Técnica puede aportar.
A mi juicio, el carácter educativo de nuestro trabajo; y además subscribo la idea del profesor John Nicholls de que se distingue por su naturaleza eminentemente práctica, por ser una herramienta precisa que podemos utilizar en nuestro día a día, al realizar las tareas cotidianas.
Aprendemos a utilizar nuestro cuerpo, nuestro organismo, de manera eficiente; y eso, naturalmente, repercute positivamente en nuestra salud y nuestro bienestar, pero el foco está puesto en el aprendizaje. Es cierto que son muchas las personas que acuden a la Técnica buscando ayuda para solucionar problemas de salud, pero lo que les ofrecemos no es un tratamiento específico para su problema, lo que les podemos ofrecer es un aprendizaje que va más allá de esa particularidad, aunque de seguro ayudará con ella. Y también es cierto que son muchas las personas que acuden a la Técnica no por problemas de salud sino buscando esa eficiencia a la hora de usar el organismo que mejorará la calidad con que ejecutan sus tareas. Estoy pensando, por ejemplo, en los profesionales de las artes interpretativas: actores, bailarines y músicos. O sea que el acento está puesto en el aspecto educativo, y eso la distingue.
En su discurso “The Alexander Technique in a Larger Context” , el profesor John Nicholls defiende el carácter práctico y utilitario de nuestra Técnica. No se trata de un “Corpus Teórico” que invite a la especulación intelectual ni de una gran filosofía, estamos hablando de una herramienta práctica, útil, que se puede aplicar a las tareas cotidianas, a nuestro día a día.
Y efectivamente es así. El campo de aplicación de la Técnica Alexander son los quehaceres diarios. La empleo en tareas cotidianas como la forma en que camino, me siento ante el ordenador, me cepillo los dientes o utilizo la voz; también en tareas más sofisticadas y exigentes como hacer una presentación en público o tocar el piano.
En todos los casos se trata de mejorar la calidad de la ejecución, la calidad de nuestras vidas, de nuestro día a día, y eso la distingue.
Pepe Castillo Agosto 2023
Fuentes Bibliográficas:
F.M. Alexander “The Universal Constant in Living” Mouritz, 2000
John Nicholls “The Alexander Technique in a Larger Context”
Discurso pronunciado ante la “Society of Teachers of the Alexander . Technique” en Octubre 1986 (Publicado por Nicholls y Carey en 1991)
Nazareth Castellanos “Neurociencia del cuerpo: Cómo el organismo esculpe el cerebro”
Edit. Kairós, 2022