Todo empezó con los problemas de afonía del señor F.M.Alexander que nadie parecía saber cómo ayudar a solucionar. Alexander tenía la sospecha de que había “algo” que él mismo hacía cuando usaba la voz que era lo que le acarreaba los problemas. Y al final se decidió a observarse y tratar de averiguar, por sí mismo, qué era ese “algo”.
Se rodeó de espejos y se percató de que, junto con otros hábitos perniciosos, cuando se disponía a hablar, encogía el cuello y tiraba de la cabeza hacia atrás y hacia abajo, provocando un acortamiento que afectaba también al tronco.
Entonces decidió experimentar y ver qué pasaría si fuera capaz de hablar, de recitar, pero sin activar ese patrón de acortamiento en el cuello que se transmitía también al resto de la columna. Hacerlo manteniendo una orientación de la cabeza diferente, la que ahora entendemos como adelante y arriba, que favorece la elongación y expansión del torso.
Bueno… no fue fácil, pero lo consiguió. Consiguió ser capaz de utilizar su aparato vocal sin que eso supusiera generar ese exceso de tensión que distorsionaba la relación cabeza-cuello y por ende la relación cabeza-cuello-tronco. Y el resultado fue que los problemas vocales acabaron desapareciendo.
La historia es mucho más larga y compleja, el mismo F.M. Alexander la explica muy bien en el primer capítulo de su libro “El Uso de Sí Mismo”, pero la resumo así para llevar la atención a lo que nos ocupa que es la enorme importancia del estado de los paquetes musculares del cuello, que determinan la relación que se establece entre la cabeza, el cuello y el tronco, incidiendo en el tono muscular de todo el conjunto, siendo eso a lo que Alexander llamó “El Control Primario”.
Lo que pasa ahí, la dinámica que se establece ahí entre las partes, ejerce una enorme influencia en el funcionamiento de todo el organismo en su conjunto. Esto incluye el uso del aparato vocal, que se ve particularmente afectado si en esa zona hay agarrotamiento, pero la cosa va mucho más allá. Regula la coordinación de la postura, equilibrio y movimientos de todo el cuerpo, porque afecta a las dos funciones principales con las que cumple el conjunto de la musculatura esquelética : Darnos soporte, mantenernos en equilibrio, y movernos, permitirnos realizar tareas. Todo esto es lo que la evolución del trabajo de Alexander acabó demostrando.
“Primario” por ser primero, lo de mayor importancia. Además de –de primer orden- en relación al resto. O sea, fundamental, central en relación al funcionamiento del resto del organismo .
“Control” porque es algo sobre lo que, decididamente, podemos ejercer control.
Es curioso como un hombre sin formación científica, pero con una enorme capacidad de observación e indagación, inicia una exploración que le lleva a hacer descubrimientos que la ciencia, luego, ha terminado validando.
Nikolaas Tinbergen, premio nobel de fisiología 1973, dijo al respecto:
“Esta historia de capacidad perceptiva, de inteligencia y de perseverancia, por parte de un hombre sin formación médica, es una de las verdaderas epopeyas de la investigación y la práctica médicas.”
El papel coordinador del cuello
La anatomía y la fisiología han adelantado bastante desde que Alexander llamó la atención sobre el tema del Control Primario, y hoy día tenemos datos científicos que, de alguna manera, por supuesto no acabada ni definitiva dada la complejidad del asunto, ayudan a entender y dan soporte a sus planteamientos.
La cabeza, que pesa de tres a cuatro kilos aproximadamente, descansa encima de la primera vértebra, el atlas, en un equilibrio dinámico. Puede realizar movimientos de flexión, extensión y rotación, más o menos amplios, dependiendo de en qué medida se involucra también a la columna cervical, una zona muy dinámica, que se caracteriza por la movilidad constante, al parecer se mueve unas seiscientas veces a la hora, tanto si estamos dormidos como despiertos.
Y los principales responsables de todos esos movimientos son, naturalmente, el conjunto de la musculatura del cuello, particularmente los paquetes musculares de la parte posterior del cuello. La cabeza está apoyada de tal manera que tiende a caer hacia adelante, y esos paquetes musculares la sostienen en equilibrio; un equilibrio, repito, muy dinámico.
Entre esos paquetes musculares podemos señalar dos grupos:
-Los grandes y poderosos, que serían los verdaderamente llamados a realizar el trabajo duro de sostener y mover esa cabeza de varios kilos. Esternocleidomastoideos, trapecio, esplenios…
-Los pequeñísimos, diminutos que, si bien se encuentran en la línea de acción de los poderosos, dada su pequeña envergadura, no juegan un papel importante a la hora de hacer el trabajo, más bien se ocupan de sintonizar, de ajustar el trabajo de los otros, digamos de afinar los movimientos. Estos son los sub-occipitales.
Curiosamente, ocurre, que la mayor concentración de receptores sensoriales de todo el organismo se da precisamente en estos musculitos, en los sub-occipitales, mayor incluso de la que podamos tener en las manos. Así que registran, con precisión exquisita, los cambios de longitud que puedan darse en ellos, o sea los pequeños micromovimientos, ajustes, que realiza la cabeza sobre la columna, bien para mantener el equilibrio, o para iniciar el movimiento en una determinada dirección. Su misión es pues fundamentalmente propioceptiva. Informan al sistema nervioso central acerca de esos micromovimientos, es decir de los cambios que puedan darse en la relación cabeza-cuello y por ende en la relación cabeza-cuello-tronco. Con esa información valiosa, el sistema nervioso, puede elaborar las órdenes motoras oportunas, precisas, que le sirven para controlar nuestro equilibrio y organizar nuestros movimientos.
No son los únicos “informadores”. Tenemos receptores sensoriales en todos los músculos y articulaciones, además de telereceptores visuales y auditivos, y por supuesto el sistema vestibular del oído. Todos juegan un papel a la hora de orquestar nuestros movimientos y nuestro equilibrio. Pero la tarea de los sub-occipitales es crucial.
Cuando por la razón que sea resulta que hay un exceso de tensión en los grandes, en los poderosos, y acaban comprimiendo a los delicados, a los sub-occipitales, su labor informativa queda restringida o anulada. El sistema nervioso se ve privado de esa información valiosa, fina, que le permitía elaborar órdenes precisas, ajustadas; y entonces, para movernos o seguir manteniendo el equilibrio se hace lo que se puede, probablemente más de lo que sería lo adecuado. Todo se pone a trabajar de manera descoordinada, con más esfuerzo del necesario, aparece la rigidez, y los mecanismos posturales ,y por tanto el respiratorio, vocal o lo que sea, empiezan a funcionar con menor eficacia.
Esto no es el único, pero es un aspecto importante a la hora de entender la relación que hay entre lo que pasa en el cuello y lo que pasa en el conjunto del organismo. Si en la zona del cuello las cosas van bien y no hay compresión se facilita el funcionamiento general de todo el sistema, si no se entorpece.
Esto es lo que Alexander comprobó desde la práctica, aunque no dispusiera de los datos que acabamos de exponer. Y a esa conexión, a esa comunicación que entendió tenía que establecer con la zona del cuello, ligada al funcionamiento del resto del organismo, es a lo que llamó El Control Primario.
Consciencia e inconsciencia en relación al Control Primario
El Control Primario funciona todo el rato y en todo el mundo, pero no funciona siempre igual, ni en todo el mundo de la misma manera.
Es bastante probable que en un niño de dos o tres años, que todavía no haya aprendido a interferir con él, su Control Primario funcione perfectamente, aunque no tenga mucha conciencia de que sea así. En un adulto al que las presiones de la vida le hayan llevado ya a adquirir malos hábitos de exceso de tensión, seguramente no funcione con la misma eficacia.
La agudeza de Alexander estuvo en que fue capaz de atisbar la existencia de un mecanismo, comprender las señales que indicaban cuándo el mecanismo estaba funcionando bien y cuando no, y darse cuenta de que el problema, generalmente, no estaba en el mecanismo en sí, sino en el hecho de que interferimos con él, lo usamos mal.
Esto es lo que pudo comprobar en sí mismo y en los alumnos con los que trabajó.
Si el cuello está libre y le permite a la cabeza orientarse adelante y arriba, de manera que se facilite la elongación, expansión del tronco, las cosas van bien. El conjunto de la musculatura se expande, podemos englobar también a las extremidades, y estando de pie, ocurre lo que Alexander llamó un “Alargamiento de la Estatura”.
Es lo ideal, esta dinámica expansiva que trae consigo la activación, tonificación de todo el sistema de soporte. Nuestro cuerpo, nuestra estructura, está siendo debidamente sostenida y se mantiene convenientemente abierta. Se han creado las condiciones más favorables para que los órganos funcionen, y para abordar, de manera satisfactoria, la realización de cualquier tarea. El Control Primario está funcionando bien.
Desafortunadamente, este modo de operar, no lo encuentra uno con frecuencia.
Lo que Alexander observó, primero en sí mismo y luego en sus alumnos, es la tendencia a encoger y apretar el cuello, acompañada de la tendencia a colapsar el tronco y a agarrotar las piernas. El hábito de obstaculizar y estorbar al mecanismo.
Por fortuna, además de vislumbrar que había un mecanismo, un engranaje llamado a funcionar eficazmente, y sin embargo un mal uso, una tendencia a interferir y no dejarlo trabajar de manera satisfactoria, Alexander también se planteó si no sería posible incidir sobre ese mal uso, si se podría modificar, mejorar, en definitiva educar para que deje de estorbar al mecanismo.
Y para ello, trabajando desde un nivel de conciencia y atención muy exigente, elaboró un método, la Técnica Alexander, del que ahora podemos todos beneficiarnos.
Es de lo que tratan las clases de Técnica Alexander:
-Tomar conciencia de la existencia de nuestro Control Primario
-Mejorarlo
-Educarlo
Pepe Castillo Agosto 2020
Fuentes bibliográficas:
F.M. Alexander “El Uso de Sí Mismo”
Gerald Foley “Hacia una Neurofisiología de la Técnica Alexander” (Panfleto)