LA TÉCNICA ALEXANDER Y LA RESPIRACIÓN

“La base de la Técnica del Sr. Alexander es la enseñanza de cómo eliminar interferencia con el funcionamiento autonómico del organismo”

Walter Carrington  (Fundamentos del Bienestar Humano)

 

Es un muy buen resumen de lo que hacemos en las clases. Nuestro organismo, en principio, dejamos  ahora a un lado el tema de las patologías, funciona solo y funciona bien. En buena medida de manera refleja, automática. El problema aparece cuando, con el paso de los años, empezamos a adquirir malos hábitos que nos llevan a generar estorbos, piedras que se colocan delante de las ruedas de ese carro; tensiones inapropiadas, bloqueos, faltas de coordinación, interferencias que no le dejan operar con la libertad y eficacia que se le supone.

Lo que hacemos en las clases es entrenar y desarrollar la percepción,  ver si podemos darnos cuenta de cuáles son los obstáculos esos que yo genero. Tomar conciencia es siempre el primer paso hacia la solución.   Y trabajar para eliminarlos.

Todo esto, que sería válido para las cuestiones relacionadas con el tema postural y el movimiento, el equilibrio y la coordinación, alcanza quizá su más claro exponente cuando tratamos el tema de la respiración.

La respiración, ya lo saben, va solita. Desde esa primera inspiración que tiene lugar el día que nacemos hasta esa última espiración que tendrá lugar cuando nos toque marcharnos, toda la vida, continua e incesantemente, se producen esas expansiones y compresiones en el tronco, gracias a las cuales, en nuestros pulmones se lleva a cabo ese intercambio de gases indispensable para la vida. Y esto es así tanto si le prestamos atención como si no, si somos y si no somos conscientes. El diafragma, principal músculo responsable de la respiración, se activa de manera refleja e involuntaria. Es, junto con el corazón, el músculo que no descansa nunca, nunca, absolutamente nunca, durante toda, absolutamente toda la vida.

Pero como suele ocurrir con cualquier manifestación del comportamiento humano, en la respiración, también pasa que lo reflejo e involuntario, junto con lo consciente y voluntario,  se mezcla, se superpone, se enreda. La respiración es automática, refleja; pero podemos incidir en ella, podemos intervenir, para bien o para mal; puede ir solita, pero a lo mejor no ir todo lo satisfactoriamente que podría ir: podemos estar entorpeciéndola porque hemos incorporado actitudes corporales y patrones de movimiento que restringen su libertad. También podemos trabajar para mejorarla.

 

El mecanismo respiratorio

 

Resumiendo mucho podemos decir que el movimiento respiratorio tiene lugar en el tronco, y ahí estamos incluyendo la cavidad torácica, la cavidad abdominal, y el diafragma, ese músculo con forma de cúpula que las separa.

A nivel esquelético, en ese movimiento participa toda la columna, que recorre por detrás las dos cavidades, las costillas y el esternón que conforman la cavidad torácica, y la pelvis que sirve de base al cajón abdominal.

Ahora habría que considerar toda la musculatura que, uno da soporte a la estructura, y dos la mueve.

Toda la que estabiliza la columna sería la más importante musculatura de soporte, y en cuanto al movimiento, el músculo principal es el diafragma.

Este músculo tiene la posibilidad de bajar y subir, aumentando y disminuyendo así el espacio de la cavidad torácica;  cuando baja, que es cuando se contrae, sus fibras musculares que se originan en los bordes de las costillas inferiores, hacen que éstas se eleven, y por su peculiar forma de arco, al elevarse aumenta la circunferencia de esa cavidad torácica, otra forma de crear aún más espacio.

El diafragma inicia el movimiento, es el principal responsable; pero luego dependiendo del grado de expansión que se practique,  le siguen la corriente todos los paquetes musculares que, de una u otra manera, pueden contribuir a elevar, más o menos, esas costillas, crear más o menos espacio: escalenos, pectorales, serrato mayor,  intercostales…

Dentro de esa cavidad, herméticamente cerrada, (hay un solo conducto, la tráquea, que la conecta con el exterior) se encuentran los pulmones, adheridos por debajo al diafragma y en todo su contorno a la cavidad. Lo que quiere decir que, cuando la cavidad se ensancha, los pulmones, de forma pasiva se ensanchan, y el aire entra a rellenar el espacio que se crea… estamos inspirando.

Cuando la musculatura que se ha tomado el trabajo de expandir la cavidad torácica se relaja, las cosas tienden a volver a la posición inicial, el diafragma sube, ayudado además por el carácter elástico del tejido pulmonar que tiende a recuperar su forma inicial, las costillas bajan, la circunferencia se reduce, el espacio se reduce, y el aire se ve obligado a salir… estamos espirando. Esa espiración puede ser más o menos forzada, y de ello va a depender el que se impliquen o no, más o menos, otros paquetes musculares que pueden contribuir a la espiración: intercostales, cuadrado lumbar, serrato menor…

Hemos dicho que el diafragma separa la cavidad torácica de la abdominal  y que el músculo sube y baja, lo que, naturalmente afecta al abdomen. Todas las vísceras que se encuentran en él se ven presionadas cuando el diafragma baja, y sobresaldrían de forma prominente si no fuera por la acción de  los abdominales, músculos que actúan como una faja natural, ofreciendo más o menos resistencia, y ayudando así  a mantener las cosas, más o menos, en su sitio. Esta acción antagonista sería su forma de participación en la inspiración. Si se les necesita, pueden participar en la espiración contrayéndose y haciendo ascender las vísceras, también haciendo descender las costillas y el esternón.

El tronco, con su cavidad torácica, su cavidad abdominal, y el diafragma que las separa. Una estructura que cuenta con numerosos huesos y articulaciones que gozan de una extraordinaria movilidad, con una variadísima cantidad de músculos de diferentes formas y tamaños que la mueven en múltiples direcciones, a diferentes velocidades, con diferente ritmo e intensidad. Todo esto hace que el movimiento respiratorio sea un movimiento sorprendentemente variado, que cambia constantemente, y se adapta así, de forma espontánea, a las circunstancias en que nos encontramos, las necesidades del momento, la demanda que ponemos en él.

La respiración se ve influenciada por las acciones que estamos realizando y a su vez influye en ellas. Y lo mismo cabe decir acerca de nuestros pensamientos y nuestras emociones, todo lo que nos pasa tiene su correlación con la mutabilidad que se da también en el movimiento respiratorio.

Un hermoso tinglado, una maravilla de obra de ingeniería, dotada de una extraordinaria movilidad y capacidad de adaptación, diseñada para funcionar con exquisita eficacia.

La realidad es que las cosas no siempre funcionan todo lo bien que deberían funcionar. Por los motivos que sean, lo cierto es que hemos perdido movilidad, las articulaciones no gozan de la libertad que se les supone, los músculos implicados no tienen la elasticidad deseada, el diafragma ha perdido vigor y su rango de movimiento se ve reducido, todo lo cual nos resta vitalidad.

 

¿Qué propone la Técnica Alexander?

 

En general, los métodos de trabajo corporal, suelen proponer algún tipo de ejercicio para abordar estos problemas, pero la Técnica Alexander, volviendo al planteamiento inicial, no nos propone otra cosa que dejar al organismo en paz, que el organismo sabe y funciona solito, y que en todo caso, tenemos que preguntarnos qué clase de interferencia estaré yo generando que estorba el funcionamiento automático del mecanismo. Es un procedimiento indirecto. No se trata de ir directamente al sistema y ejercitarlo con el ánimo de desarrollarlo y mejorarlo. Se trata de confiar en la eficacia del sistema que sabe adaptarse a la demanda que se pone en él, y contar con que en cuanto se eliminen los obstáculos que entorpecen su funcionamiento, el sistema, por sí solo, marchará bien.

Son muchas las ocasiones en que estoy dando una clase, y aunque no menciono en absoluto el tema de la respiración, ni propongo práctica alguna relacionada directamente con ella, la respiración del alumno se libera y mejora de forma notable.

Si la columna no está bien alineada y firme, la musculatura que se sujeta a ella para hacer su trabajo no puede operar satisfactoriamente. Un pecho colapsado o una zona lumbar excesivamente arqueada no ayudan. Levantar los hombros no ayuda. Un vientre fláccido o un cuello rígido no ayudan. Son algunas pistas del trabajo que podemos estar haciendo para, de forma indirecta,  mejorar  el proceso respiratorio.

Se trata de permitir que la respiración ocurra, suceda. Las interferencias pueden ser de naturaleza muy variada y los motivos muy diversos, físicos, mentales o emocionales; pero el resultado es siempre el mismo: aguantamos la respiración, la frenamos, la obstaculizamos.

Una propuesta muy sencilla es simplemente parar y observar la respiración. Cualquiera puede hacerlo. Cualquiera puede registrar la sensación del aire entrando y saliendo por la nariz. Si es fluida. Y si no lo es, si lo que registro es que, de una u otra manera, estoy “aguantando” la respiración, entonces hay que plantearse dejar que el aire salga, permitir una exhalación completa, al cabo de la cual, de manera natural, refleja, se activará el mecanismo que provoca la inhalación.

Más allá de esta consideración general que podríamos resumir diciendo que “El uso afecta a la respiración” son pocas las ocasiones en las que, en los escritos de F.M. Alexander encontramos alguna propuesta práctica, específica, que apunte a mejorar el movimiento respiratorio.

Trata el tema en el último apartado de su primer libro, La Herencia Suprema del Hombre, y ahí señala la importancia de poner el foco en la exhalación.

Quizá como contraste a la mayoría de ejercicios respiratorios que estaban, de alguna manera en boga por aquel tiempo, y que ponían mucho énfasis en lo de hacer inspiraciones profundas, durante las cuales el sujeto sorbía aparatosamente el aire y se contorsionaba arqueando pronunciadamente la espalda para luego, en la espiración, dejar caer de mala manera el pecho.

Alexander, naturalmente, señaló todos esos errores, y propone simplemente  poner el foco en la espiración, asegurarse de que permitimos, de que dejamos salir el aire, sin obstaculizar… y asegurarnos de que durante el proceso mantenemos la alineación de la espalda, no hay colapso ni movimientos innecesarios, y si llegamos así al final de la exhalación, desde un punto de vista mecánico, las condiciones son las ideales para que, cuando se active el reflejo automático que invita a la inspiración, ésta tenga lugar de la manera más satisfactoria.

Por último propone acompañar esa exhalación con la producción de un sonido, puede ser una vocal susurrada. Esto nos obliga a sacar el aire por la boca, además de que producir sonido es siempre una manera de activar el control de la exhalación, tenemos que dosificar el aire y tenemos que involucrar a esos músculos “frenadores” que ayudan a modular el soplo espiratorio. Es una buena práctica para promover una exhalación completa y controlada.

Que se trate de una vocal susurrada es algo que tiene ya que ver con influir también en el aparato vocal, es otro tema que dejaremos para otra ocasión.

 

Pepe Castillo            Agosto 2019